Cuando la ciencia mira al país
- Fecha de publicación: 7 Agosto 2020
Marianela Martín Gonzáles / Fuente: Juventud Rebelde
La biotecnología cubana avanza en la búsqueda de una vacuna específica contra la COVID-19. El reto para alcanzarla supone una estrategia que permita un compuesto que genere respuesta inmune específica y además protectora, de modo que se evite la replicación de este virus SARS-CoV-2.
Por suerte, como señala Dasha Fuentes Morales, Doctora en Ciencias Veterinarias y jefa del Grupo de Biomodelos Experimentales en el Centro Nacional para la Producción de Animales de Laboratorio (Cenpalab), experiencias previas como la vacuna VA-MENGOC-BC, la vacuna contra la hepatitis B, la pentavalente, y otras desarrolladas en el país permiten allanar un camino que involucra a los científicos cubanos, entre ellos a los de su institución, dedicada hace más de 30 años a la producción de los animales de laboratorio que se usan en el país.
Esta científica trabaja en Cenpalab desde que se graduó en 1992 como médico veterinaria y ha estado involucrada desde entonces en el desarrollo de fármacos y otros insumos de la industria biofarmaceútica, porque los animales producidos en su centro tienen gran importancia dentro de las investigaciones biomédicas, fundamentalmente.
Como refiere la especialista, hace aproximadamente diez años se creó en Cenpalab el Grupo de Biomodelos Experimentales, cuyo objetivo es desarrollar animales que no son los comúnmente usados en los laboratorios, sino mucho más específicos para el estudio de determinadas enfermedades.
«Las investigaciones van avanzando y se necesita estudiar los fenómenos que ocurren a nivel molecular y celular, y por eso unido a la secuenciación del genoma y a los avances de la ingeniería genética es que resulta posible modificar la información genética de determinado ser vivo.
«Surgen así los biomodelos experimentales, que son animales a los que se les modifica el material genético y pueden expresar de ese modo determinada enfermedad mucho mejor: a estos o se les anulan determinadas proteínas para que no las expresen, o por el contrario se les insertan proteínas humanas para que las empiecen a producir», apunta.
Cenpalab dispone de animales a los que se les anuló un gen— el de la apolipoproteina E—, y por lo tanto desarrollan ateroesclerosis. Estos manifiestan colesterol alto en sangre y placas ateroescleróticas, por lo que son el modelo ideal para estudiar un fármaco que se está generando en el país para el tratamiento de la ateroesclerosis, y que actualmente se encuentra en la fase de desarrollo.
Además, tienen otros que han sufrido mutaciones espontáneas y al hombre le interesa estudiarlos: algunos que no tienen timo y por tanto no tienen linfocitos T, por lo que son inmunodeficientes. «Estos al tener esa característica aceptan tejido que no es propio, y por tanto se usan para inocularles tumores de origen humano, y de ese modo podemos estudiar fármacos para determinados tumores que aquejan a las personas», comenta.
La experta refiere la existencia de otros que son inmunodeficientes, pero que les faltan los linfocitos B. La producción de anticuerpos en estos animales es muy poca y se utilizan cuando se quiere estudiar el mecanismo de acción de determinado compuesto, y se consiguen resultados certeros y cercanos a lo que ocurre en los seres humanos con esta afección.
—La mayoría de los medicamentos que se están empleando para combatir la pandemia eran productos que estaban registrados. En el momento en que estos se estaban desarrollando Cenpalab tuvo una participación para sus evaluaciones...
—En ese caso están la biomodulina T, el interferón y otros. Ahora estamos aportando los animales necesarios para estudiar los candidatos vacunales que se están desarrollando en el país contra el virus SARS-CoV-2.
«Todos los candidatos se están evaluando en modelos animales. Se estudia la respuesta de estos ante la inmunización con los antígenos, además se evalúan las dosis, el esquema y los adyuvantes que se emplearán. También se usan animales a los que se les induce la enfermedad y se estudia cómo responden cuando son inmunizados con esa vacuna.
«Después, cuando se seleccionen los mejores candidatos, se harán las pruebas toxicológicas, lo que permite una participación activa de nuestro centro al evaluar en animales los riesgos y beneficios del producto. Cuando llegue el momento de liberar la vacuna, nuestra institución también estará presente porque es necesario probarla en animales para asegurar su calidad. Todos estos ensayos están establecidos por regulaciones internacionales y por el Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos que es la autoridad reguladora de medicamentos, equipos y dispositivos médicos de Cuba».
—¿Cómo es el uso y manejo de estos animales?
—Nos regimos por principios básicos de esta actividad, los cuales datan de los años 60. Es lo que se conoce como las tres R: reducción, remplazo y refinamiento.
«La reducción implica usar la menor cantidad de animales posible durante los experimentos y evitar las réplicas exageradas de los ensayos, en aras del uso racional de los ejemplares.
«El refinamiento significa crearle al animal siempre las condiciones de confort y minimizar su dolor. Si se observan síntomas de sufrimiento que no puedan ser aliviados se le aplica la eutanasia para que no siga sufriendo.
«El remplazo refrenda sustituir a los animales siempre que sea posible por métodos que no sean vivos. También se trata de usar ejemplares inferiores en la escala evolutiva, se procura que tengan un sistema nervioso menos desarrollado, siempre que sea posible invertebrados.
«Ahora se están empleando mucho los peces cebra, porque son animales que ocupan un pequeño espacio y tienen un ciclo de vida muy rápido que en poco tiempo permiten hacer los experimentos. Se usan fundamentalmente los embriones de estos. Se plantea que una hembra de esa especie puede poner hasta 200 huevos en cada puesta. En Cuba estamos empezando a desarrollar la tecnología para su crianza y uso en experimentación, en consonancia con ese proceder novedoso del mundo.
«De igual modo se sustituyen pruebas por estudios in vitro. Por ejemplo, para detectar pirógenos en los inyectables —que es una sustancia que provoca fiebre— tradicionalmente se han usado los conejos. Ya hay métodos más modernos que emplean la hemolinfa de un cangrejo llamado herradura; y sin tener que usar conejos se obtienen los resultados deseados».
—¿Cómo hacer ciencia sostenible a pesar de limitaciones y el bloqueo?
—Siempre hacemos un estudio económico de factibilidad cuando vamos a introducir nuevos modelos. Tenemos en cuenta que sean necesarios para estudiar determinada enfermedad o desarrollar nuevos productos. Aunque siempre abogamos por la viabilidad económica, lo que más pesa es el beneficio social: su aporte a la salud del pueblo y los productos que se obtendrán.
«Velamos por que se cumplan las normas éticas y que no haya un uso irracional de los animales y otros recursos. De igual modo —tal y como nos enseñó Fidel: fundador de Cenpalab—, trabajamos en sistema para así avanzar más rápido y con mayor firmeza gracias a la integración del conocimiento.
«De igual manera evitamos que nuestras producciones dañen el medio ambiente, por lo que cada proceso debe contemplar las medidas de bioseguridad que le son inherentes. En nuestro caso, que trabajamos con animales modificados genéticamente, aplicamos un sistema de contención y bioseguridad para evitar que se liberen al exterior. Siempre nos aseguramos de que se sacrifiquen e incineren para evitar daños al ecosistema».
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